Imprimir esta página

ANA MARIA MUÑOZ REYES

“Ana Muñoz es la pintora del realismo mágico, de la visión poética de la pintura.

Sus figuras, ligeramente veladas, dan idea  como si se contemplaran a través de una niebla tenuemente tupida, o a través de un tul púdico. En su obra la realidad tiene un halo de misterio sugerido.

Trata el color con mimo, con ternura. Sus claroscuros casi se confunden. De ninguna manera rasgan el lienzo, como si temiera romperlo o mancharlo. Como si pretendiera, sin conseguirlo, pasar desapercibida.

Las imágenes consiguen un todo en el que se confunden figura humana con naturaleza, como si fueran un todo indivisible.

La maternidad está tratada con una ternura tal, que te enamora y te arrastra a besar esas figuras, como si de hijos y madres propios se tratara.

Todo lo anterior contrasta con su visión del mar.   Extraña, desde el punto de vista de una persona de tierra adentro. Aquí el mar es bravo, es rompedor, es agitado, sus olas se levantan en penachos de espuma, que amenazan arrastrarlo, inundarlo todo ….

Es aquí, en el mar, donde Ana Muñoz, rompe y demuestra toda su fuerza,  toda su energía, reprimida apenas antes, por sus figuras suavemente veladas.

Para transmitir esta sensación, Ana se vale de un completo dominio de la técnica, de una pintura realizada con pausa y minuciosidad, cuidando tanto el dibujo como la luz, siempre difusa y suave, que fija las figuras en la vista del espectador.  Particularmente notable es su pericia a la hora de fundir diferentes planos dentro del cuadro, creando excelentes efectos de trasluz donde la ensoñación es protagonista.

Los cuadros de Ana son como versos sueltos en los que la belleza y cierta intimidad sugieren un pensamiento lírico y una factura plástica precisa.

La naturaleza y el campo son referencias constantes en su pintura y se suman con frecuencia a las figuras o los objetos para lograr ese aire entre ensimismado y romántico que caracteriza su obra.

La autora fue la artista revelación del premio Blanco y Negro con una singular maternidad, en la que una madre joven y su hijo estaban tumbados en el césped. La escena resultaba tan cautivadora y estaba tan bien hecha y representada que mereció la atención y el premio del jurado.

Ana Muñoz cultiva igualmente el retrato con su propio estilo, lejos de la rigidez o dureza académica. Normalmente sitúa a sus modelos en medio de una composición singular, donde no suele faltar la presencia de la naturaleza.”